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Curaduría. Centro de la Imagen de México, en colaboración con DIRAC y Ministerio de las Artes , las Culturas y el Patrimonio, Chile. Desde septiembre 2022 a marzo 2023.
En Artishock y Departamento de Arte y Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado.

Registro fotografico: Elic Herrera. Cortesía: Centro de la Imagen.

A partir de los años 70, Eugenia Vargas-Pereira emprende una larga producción de imágenes que sitúan su propio cuerpo como centro extendido de memorias y vivencias. Su prolífico trabajo en fotoperformance e instalación, posiciona como eje central el cuerpo feminista, en constante movimiento, conexión y simbiosis con otras materialidades, elementos y especies.
En Incardinaciones, las autorrepresentaciones de Eugenia Vargas-Pereira en espacios naturales e interiores, son resultado de la encarnación situada y la práctica de la acción que pone el cuerpo en la imagen desde un repertorio crítico y eco feminista. El cuerpo es el territorio desde donde articula un alcance colectivo de figuraciones dinámicas y multiestratificadas frente a la cámara fotográfica.

No hay inercia o pose en la imagen, más bien una “hermenéutica” del cuerpo: una interpretación abierta donde la experiencia personal es parte íntegra de la reflexión acerca del género, la cultura y la crisis ambiental.

La política del cuerpo en la obra de Eugenia Vargas-Pereira parte de una trayectoria incardinada que potencia nuevos lenguajes de percepción y conocimiento, sin dejar de pronunciarse sobre el despojo y la radicalidad de una economía y cultura occidentales que estructuran, expropian y sacrifican los cuerpos (humanos/animales, naturaleza). 

 En Incardinaciones, el cuerpo como agente deseante y crítico interconecta los mundos, propone transferencias, rutas para micro y macro contextos que nos hacen experimentar la urgencia de lo vulnerable y lo precario.  Pero, además, el cuerpo en la obra de Eugenia Vargas-Pereira es el territorio desde donde redefine la autonomía de la imagen levantando un activismo a partir de las imágenes.

El referente ausente

Entre los años 1986 a 1993, Eugenia Vargas-Pereira produce distintas obras que refieren al cuerpo animal y al humano femenino. Siguiendo una corriente feminista que critica los binarismos creados por la Modernidad (s. XV-XIX) y, asimismo, contra una iglesia jerárquica y dominante, la autora propone varias piezas de estética sacrificial y religiosa. El pulso de estas imágenes nace de la propia experiencia situada y la percepción de crueldad existente para aquellos cuerpos que no importan en el seno de la sociedad.

Las series fotográficas que se extienden en un largo proceso creativo, que parte en 1986 con las imágenes en blanco y negro, constituyen una estética acerca del poder vertical. Al políptico rojo lo acompaña una serie de pequeños altares (lat. elevación) construidos por la artista; son metáforas de una tradición que, a lo largo de la iglesia y la cultura, catalogó el cuerpo de las mujeres y animales como carne pecadora y de consumo. Como lo indica la historia, estos cuerpos fueron considerados alteridad: salvajes, sin razón y sin alma. De ahí que la artista elabore un imaginario de heridas y  estigmas, de imágenes invertidas, cuerpos velados y superpuestos con imágenes de archivo; el cuerpo desidentificado, sin referente y expresión de la violencia.

El agua como elemento es sinónimo de vida, y esta reflexión Eugenia Vargas-Pereira la ha llevado lejos, desarrollando largamente un estudio por más de dos décadas. Este interés ha sido un extenso ritual en el cual el elemento agua aparece como vestigio y fragilidad, como memoria, testimonio e incluso, como elemento resignificado dado su valor e importancia.

En las series presentadas, los cubículos de vidrio y las bolsas de plástico (colgadas en las puertas del comercio popular en algunas regiones de Latinoamérica) capturan la esencia refractaria, su masa, su transparencia y también su cualidad de medio como contención de otros cuerpos. Con juegos envolventes e íntimos la artista nos recuerda que nuestro cuerpo también es fluido y evanescencia.

En otra serie de fotografías realizadas en 2010-13, Eugenia Vargas-Pereira se sumerge vestida en una gran piscina de la ciudad de Miami. Hace de esta experiencia una inmersión placentera, no obstante, a partir del libro de Dante, la artista realiza una sutil crítica ambiental acerca del sobreconsumo y las disyuntivas de un paraíso o infierno terrenal.

Eugenia Vargas-Pereira desplaza la unidad de una imagen por la continuidad seriada, imaginando en sus recreaciones un sistema de constantes reiteraciones, de materialidades y objetos, que se presentan en su producción a lo largo de los años, insistiendo y persistiendo con diferentes variables. Gesto que busca una mirada en los elementos de la naturaleza, como un todo.  La incursión de la performance como un rito corporal, encuentra a los elementos esenciales del universo —todos terrenales, vinculados a la naturaleza —, pero también los halla en lo cotidiano de lo citadino.

Julia Antivilo

Fragmento del texto “Capturas de sí, para reflexionar sobre un todo”, en Eugenia Vargas-Pereira: obras 1977-2020, Ed. Atlas.